Espero, estoy seguro, que al igual que yo piensas que debemos evitar
dejar, tras nosotros, trazos de nuestra vida íntima.». Con estas
palabras, escritas en 1946, Paul Eluard insinúa a Gala su voluntad de
que ésta destruya las cartas reunidas ahora en el presente volumen. Sin
embargo, durante los treinta años en que sobrevi
vió
al gran escritor francés, Gala, que se decía enemiga de todo recuerdo,
conservó esta correspondencia. Gracias a esta póstuma infidelidad
podemos acceder hoy a un epistolario amoroso, motivo de escándalo para
muchos, apasionante y revelador para otros, y en todo caso, de un
inestimable valor para estudiosos y amantes de la poesía. Como en toda
correspondencia, se hallará en estas cartas la preocupación por lo
cotidiano, la salud, el dinero que a menudo falta, pero también
detalladas referencias a los conflictos que sacuden al grupo
surrealista, del que Eluard fue uno de los principales protagonistas. Se
seguirán las relaciones con André Breton hasta la ruptura ; la amistad
con René Crevel, Max Ernst, Pablo Picasso, Man Ray, René Char, las
desavenencias con Georges Bataille, y en definitiva, todo los instantes
que hacen respirar una vida, desde la «rabia inconmensurable» ante el
bombardeo de Guernica hasta el desastre de la segunda guerra mundial.
Pero, sobre todo, el lector asiste al desarrollo de una insólita
historia de amor, un amor que se desliza desde los violentos deseos
sexuales sobre los que se edifica hasta la desprendida generosidad de
los últimos años, cuando el afecto es ya tan entrañable que no exige
siquiera respuesta. Ante todo, éstas son cartas donde un hombre habla de
amor a aquella a quien ama «desde toda la eternidad», como «la luz
fatal de [su]nacimiento». Y además son las cartas de un poeta, cuya
búsqueda continuada de un lenguaje a la medida de su sentimiento
convierte el suyo en un amor constante más allá de la ausencia. Este
volumen se completa con dieciocho cartas de Gala a Eluard fechadas en
1916, las únicas que se conservan. El formidable aparato de notas con
que Pierre Dreyfus acompaña el texto hace de este libro un documento de
infrecuente rigor.
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