La escisión del adolescente: por un lado la envidia, el egocentrismo la ambición y la falta de piedad que lo llevan a la independencia y por el otro, el altruismo, la preocupación por los otros, la emotividad, la sensibilidad hacia las artes y las relaciones íntimas.
Los adolescentes alivian esta escisión mediante la identificación proyectiva dentro del grupo, es por eso que es importante el grupo pues les ofrece la seguridad para experimentar los conflictos evolutivos de la infancia.
El adolescente se la pasa tratando de avanzar y retrocediendo, para ir hacia delante tiene que apegarse a la belleza del mundo y su conocimiento y el de su propia impotencia y debilidad. Cuando va hacia delante sin piedad en realidad se acerca al mundo de los niños, con miedo e incertidumbre, como algunos adultos omnipotentes y omniscientes que viven el éxito sin piedad.
La vuelta hacia atrás consiste en tolerar la dependencia del objeto interno, el dolor de depender de la propia mente, descubre la identificación introyectiva que se da poco a poco y que consiste en poder admirar e inspirarse en las cualidades parentales: fuerza, generosidad, bondad y belleza del objeto.
Los adolescentes que buscan rápidamente entrar al mundo de los adultos no llegan a terapia, provienen de familias muy unidas y buscan seguir con las aspiraciones familiares, repiten el modelo familiar. Hay otros adolescentes que buscan satisfacer las ambiciones insatisfechas del padre del mismo sexo. El adolescente aislado es el más grave pues tiene la fantasía de que es su propio progenitor, que tiene una misión por la que vino al mundo. Se siente invulnerable, consigue esconderse en un agujero incapaz de estudiar y efectuando labores muy por debajo de sus posibilidades mentales.
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